sábado, 18 de septiembre de 2010

"Hojarasca" Gabriel García Márquez

Durante toda la historia de la humanidad, el hombre ha sido sorprendido por la muerte, este acontecimiento que aunque debía ser natural, causa en el ser una curiosidad y una mirada sorprendente ante todo lo que ella envuelve, es la historia que nos narran de un pueblo de costa de caribe llamado Macondo. Así empieza la historia que Gabriel García Márquez nos quiere relatar en la Hojarasca.

Donde La muerte de una persona se hace más aterradora pues es la misma persona la que se la provoca, a través del suicidio.

¿Qué es lo que puede llevar a un hombre a quitarse la vida? Decirlo, es desconocer muchos factores personales, sociales que se presentan, así como afectivos, morales y religiosos. En esta historia el médico del pueblo a quien nadie quería y todos se alegraban de su muerte lo hace dándole satisfacción a una comunidad entera y sólo despertando compasión a tres personas de dicha parte que deciden acompañarlo a su funeral, en medio de ambiente pesado, dentro de una casa que la mera presencia del muerto incomoda pues despierta malas energías, olores, sensaciones de desanimo y duda por no saber realmente que los impulsaba acompañar dicho cadáver que no despertaba la menor sensación de pesar por lo acontecido y menos por el vacío que iba a dejar. Pues de algo si se estaba seguro y era que nadie iba a extrañar a ese personaje. Y eso que es claro que en la cultura antigua el medico era supuestamente un personaje de gran importancia en cualquier región.

¿Cómo logra un hombre despertar el odio de todo un pueblo?

En esta historia el autor cuenta un hecho hasta cierto punto comprensible y es que el siendo un médico, a quien le llevan en plena guerra unos heridos para que los atiendan estando mal los ignora y no acude el llamado. Ahora ya era él el que no despertaba ningún tipo de misericordia, ni siquiera al sacerdote del pueblo quien veía más un pecado que una obra de misericordia ayudar a dicho hombre.

Y aunque habían pasado 25 años los rencores no se subsanaban, el pueblo no olvidaba y el quererlo sepultar traería una gran consecuencia.

Sólo un abuelo, siente la sensibilidad de atender en los funerales a ese hombre olvidado por todo un pueblo y hasta por dios a quien el nunca quiso recordar.

Lleno de misericordia y más como una obra de caridad que de cariño por aquel hombre envuelve en el acto a su hija quien a la vez trae a su hijo más como consuelo pero quien percibió todo el acontecer de un pueblo entorno a un sentimiento negativo compartido.

Casi que la obra nos llama a recordar en todo momento que “hoy por mi mañana por ti.”

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